jueves, 29 de septiembre de 2011

Películas



    -778- La Chanson de Roland es un documental de la recreación histórica de la Campaña del Ejército de Carlomagno del año 778 para la toma pacífica de Zaragoza, cuyos gobernantes habían solicitado su protección ante el Emirato de Córdoba, siguiendo a un soldado anónimo de la infantería carolingia.



     Beowulf es una película animada presentada en 2007, dirigida por Robert Zameckis y basada en el homónimo poema épico y anónimo, de origen anglosajón, que fue escrito en inglés antiguo.
    El legendario guerrero escandinavo Beowulf debe luchar y derrotar al monstruo Grendel que aterroriza los pueblos y, además, a la seductora y despiadada madre de la bestia.






La Chanson de Roland

La Chanson de Roland es un poema épico de varios cientos de versos, escrito a finales del siglo XI, en francés antiguo, de carácter anónimo aunque fue atribuido a un monje normando, Turoldo, cuyo nombre aparece en el último y enigmático verso:

“Ci falt la geste que Turoldus declinet”.

En una primera instancia, recordemos la sociedad feudal, que duró cinco siglos (IX a XIII), estaba fundada en dos grandes principios: el HONOR y la FE.

            Los "cantares de gesta" (es decir "de hazañas") surgen en este período mediante la transmisión oral; es así que las epopeyas fueron redactadas apróximadamente hacia el siglo XI, durante las primeras Cruzadas, por clérigos y seglares que utilizaban tradiciones conservadas por los monasterios. Entre ellas se encuentra la Chanson de Roland.


De la historia a la leyenda

En una segunda instancia, mencionaremos que el elemento histórico que le dio origen a este cantar de gesta es casi insignificante.

Carlomagno, en 778, volvía de España luego de una campaña de conquista afortunada contra los sarracenos (la cristiandad medieval denominaba genéricamente así a los árabes o a los musulmanes).
Es así que cuando franqueaba los Pirineos, los montañeses vascos atacaron su retaguardia y la destruyeron. Allí murieron varios personajes importantes de la época, entre ellos un tal Hrolandus, conde de la Marca de Bretaña.

Durante tres siglos el recuerdo de esta oscura acción de retaguardia perduró, vinculado a los lugares que había visto la batalla y a ciertas iglesias de Gascuña que se enorgullecían de cobijar los cadáveres de los guerreros caídos:

¿Era verdad o ficción de clérigos eruditos, preocupados por enlazar la historia de sus casas con los fastos de las crónicas carolingias?
No se sabe. Lo cierto es que esas tradiciones eran puramente locales.
 

En una última instancia, comentaremos que la Chanson de Roland fue escrita a principios del siglo XII y los datos históricos son alterados. Los vascos cristianos, autores de la matanza, están sustituidos por los sarracenos, contra quienes entonces se estaba en guerra; Carlomagno, que no tenía más de 36 años en 778, se ha convertido en el emperador de barba abundante y en un símbolo de la realeza cristiana. Además, Roldán es el mártir al que hay que imitar y que, probablemente, no tiene nada que ver con el conde carolingio muerto tres siglos antes, pero que por su elevado honor feudal y por su fe cristiana es el tipo idealizado del caballero del siglo XII. 
Análisis en clase del concepto de héroe

HÉROE. El héroe es el personaje principal o protagonista de unos acontecimientos, el actor de una representación muy variada (V. Narrativa) detrás de la cual se puede entrever o adivinar esquemas generales o funciones codificadas; de igual manera, en una teoría actancial, se piensa que la variedad de los personajes puede reconducirse a un modelo bastante simplificado (V. Actante y cfr. Segre, Principios de análisis del texto literario). Desde este punto de vista, no existe una tipología plausible del héroe que es simplemente un personaje.

Frye (Anatomy of criticism. I, i) ampliando una alusión de Aristóteles en el segundo párrafo de la Poética, recuerda que las obras de imaginación pueden clasificarse “según las capacidades de acción del héroe, que pueden ser mayores como iguales o menores que las nuestras”.
De esto deriva el siguiente paradigma:

1)       El héroe es superior como tipo a los hombres, es un ser divino y su historia es un mito.

2)       El héroe es superior a los otros hombres y a su ambiente: es el protagonista del relato fantástico (romance), de las leyendas y de los cuentos populares en los que encontramos como funciones típicas los prodigios, lo maravilloso, los encantamientos, las hadas y hechiceros, los animales que hablan, los talismanes, etc.

3)       El héroe es superior a los otros hombres, pero no a su ambiente natural: es el jefe, el personaje principal de la épica y de la tragedia.

4)       El héroe no es superior ni a los otros hombres ni a su ambiente: es uno como nosotros (en resumen, no es un “héroe”); es el personaje típico de la comedia, de las novelas o de los cuentos realistas.

5)       En las tramas de “impedimento, frustración o absurdo”, el héroe pertenece al mundo irónico (es inferior a nosotros en fuerza e inteligencia).

Frye nota que la literatura mítica ha dominado hasta la llegada del cristianismo; en la Edad Media la leyenda caballeresca o hagiográfica (romance) nos presenta como héroes o caballeros andantes o a santos.

Definición extraída de: Marchese, Angelo y otro (1986). Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria. Ed. Ariel. Barcelona. 2006.

jueves, 1 de septiembre de 2011

EL POEMA O CANTAR DE MIO CID

El Poema de mio Cid está escrito en verso largos, rasgo típico de toda la poesía heroica, pero desiguales en extensión y la rima es asonante.


 La copia que hoy se conserva del Poema data de 1307 y se encuentra escrito en letra carolingia del siglo XIV y consta de 3.733 versos. 

 Además, muchos críticos concuerdan que el autor es anónimo, ya que sólo se conoce el nombre del copista que aparece en los últimos versos del poema:

“Per Abbat lo escrivió en el mes de mayo
en era de mil trescientos y 45 annos”

En esa época, “escrivir” significaba copiar, transcribir lo que se transmitía de manera oral;  y el cómputo de los años está hecho por la Era Hispánica (la fecha por la Era Cristiana corresponde a 1307).


El Cantar de Mío Cid narra las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar desde su destierro de Castilla, impuesto por Alfonso VI, hasta que es personado por el Rey a causa de su valentía y lealtad.

Actualmente, prefiere denominársele Cantar del Cid porque en sus orígenes se creó para ser cantado: “Las coplas deste cantar aquis van acabando” (2.276).

El presente texto se organiza en tres cantares (división realizada por R. Menéndez Pidal): “Cantar del destierro”, “Cantar de las bodas” y “Cantar de la afrenta de Corpes”.

Al comenzar el cantar, el héroe ha perdido la honra en el plano político (está desterrado) y, gradualmente, por sus batallas victoriosas a favor de la Reconquista, la recupera y obtiene nuevamente el favor real. Pero, una vez logrado este objetivo, se ve deshonrado en el plano familiar: sus hijos contraen matrimonio con unos infantes que las maltratan y abandonan.

Luego, el cantar finaliza con las nuevas bodas de las hijas del Cid que traen aparejada la recuperación final de la honra del héroe, también en este aspecto.

 
Con respecto a esto, recordaremos que leímos “El poema de Mio Cid”, de Nicolás Schuff, que es una adaptación de la versión original del Cantar de Mio Cid. En ella se omite lo sucedido en el Cantar “La afrenta de Corpes”. Luego de leer un pasaje de dicho cantar en clase, reflexionen: ¿Por qué consideran que el autor prefirió omitir tal pasaje de la obra original?



El Cid como héroe del poema

El propósito del poema es presentar al Cid como un héroe, un hombre superior a los demás, encarnación de un mundo de virtudes y valores, que se propone como un modelo a seguir en tiempos difíciles. Es así que en esta presentación de la figura heroica radica el fin didáctico que caracteriza a la mayor parte de la literatura medieval.

Por estos motivos, el Cid representa en forma idealizada el espíritu caballeresco y fuerte de Castilla, en una época de expansión en la que había tierras que conquistar y botines que obtener.  Por eso, como modelo heroico, su “triunfo final” simboliza, también, la recuperación de la honra colectiva: la victoria española en la Reconquista.

Las tres etapas del acontecer épico

Por otra parte, mencionaremos que toda la obra literaria del Cantar de Mio Cid, a criterio de Menéndez Pidal*, sigue una gradación dramática en forma progresiva: “Toda la acción del Poema es una marcha progresiva en que el desterrado va venciendo la injusticia del rey y el desprecio de la alta nobleza”.


Las tres etapas del acontecer épico: equilibrio, ruptura del equilibrio, equilibrio restaurado, se van dando progresivamente en el Cantar. El héroe se va formando de la lucha con su propia tragedia, que en este caso es el ser repudiado por su rey y señor. El héroe va formándose y depurándose a través de la acción hasta que nuevamente es aceptado por su rey.

Fruto de este eje temático entre la relación del Rey Alfonso con su vasallo Rodrigo Díaz de Vivar, es la acción del Cantar.


El plano de la admiración por el héroe y de la recuperación de la honra perdida es ascendente en toda la obra. Los triunfos y conquistas, la fidelidad del Cid enviando siempre presentes a su rey, van acercando a los dos personajes centrales de la obra hasta lograr su reivindicación.

(…) El héroe se va formando de la lucha con su propia tragedia, que en este caso es el ser repudiado por su rey y señor. El héroe va formándose y depurándose a través de la acción hasta que nuevamente es aceptado por su rey”.

Por otra parte, mencionaremos que los "Cantares de Gesta" de la literatura española se hallan casi desprovistos de elementos novelescos o fantásticos. Por eso, el realismo y el verismo histórico son elementos esenciales de nuestra épica. De esta manera, está comprobada la realidad histórica de la mayor parte de los personajes que intervienen en la narración, así como la realidad geográfica de los lugares descritos. 





En una última instancia, compararemos el “Poema de mio Cid con “La chanson de Roland”.

En “La chanson de Roland” abunda el elemento fantástico, hiperbólico, idealista e imaginativo. Es así que hay personajes monstruosos y demasiada intervención sobrenatural:
-           “olifante” de Roldán que al soplarlo se oía a 30 leguas,
-          Los ejércitos eran enormes, hasta 450.000 caballeros,
-          Roldán de un solo tajo de su espada “Durandal” mata a 100 sarracenos.

Por el contrario, el Poema de mio Cid es más realista, menos lírico, más narrado y más “humano”. Entonces, observamos que la obra no abunda en valores estéticos y poéticos, lo cual no puede tampoco extrañarnos demasiado, ya que los juglares eran personas sencillas y sin gran “cultura”, eran más bien relatores y cantores de versos que poetas.
Por estos motivos, no encontraremos en el Poema de mio Cid los refinamientos poéticos de cierta poesía actual, que supone muchos años de trabajo y estudio. La poesía del Cantar es una poesía sencilla, pero recia, fuerte y ruda como la tierra donde nació, Castilla.
                
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*Fragmento de Menéndez Pidal, Ramón. La España del Cid. Madrid. Ed. Espasa-Calpe. Madrid. 1929 (pág. 295).


Si lo desean pueden leer la obra original del Poema de Mio Cid en la siguiente página web de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/.










lunes, 29 de agosto de 2011

BEOWULF

“Beowulf” es un poema épico anglosajón anónimo que fue escrito en inglés antiguo y posee 3.182 versos.
Tanto el autor como la fecha de composición del poema se desconocen, aunque las discusiones académicas suelen proponer fechas que van desde el siglo VIII al XII d. C.  Además, aunque el poema no tiene título en el manuscrito, se le ha llamado Beowulf desde principios del siglo XIX y se conserva en la Biblioteca Británica.
Al finalizar la lectura del presente poema épico, podemos observar que  tiene dos grandes partes: la primera sucede durante la juventud del héroe  y narra cómo acude en ayuda de los daneses, quienes sufrían los ataques de un ogro gigantesco, llamado Grendel; en la segunda parte, Beowulf ya es el rey de los gautas y pelea hasta la muerte con un feroz dragón.
Es importante señalar que el presente poema épico surgió como un cantar de gesta recitado por juglares que narraban hechos que tendrían lugar en algún momento entre los siglos V y VII d. C. De esta manera, observar los hechos históricos acaecidos durante este período de la Edad Media puede ayudar a comprender ciertos factores que incidieron en la composición del poema y las problemáticas que se reflejan en el mismo.
En efecto, este siglo es un período histórico agitado en el cual, tras la retirada de los romanos, los invasores que llegan a las Islas Británicas fueron desplazando a los antiguos habitantes (los celtas, luego llamados bretones), y se producen cambios lingüísticos importantes.  
Por último, mencionaremos que la importancia como epopeya del Beowful es equiparable a la del Cantar de los Nibelungos sajón, el Cantar de mío Cid españolLa Canción de Roldán .

Manuscrito original de Beowulf:
A continuación podrán releer un fragmento de “La gesta de Beowulf”, de Nicolás Schuff:

La gesta de Beowulf
(…)
VIII
Pasaron cincuenta años.
Beowulf seguía gobernando con virtud entre los gautas, aunque sus cabellos habían tomado el color de la nieve.
En esos días, un hombre vagaba por las afueras del reino, entre ventosos desfiladeros, cuando dio con la entrada de una gruta. Era la cima de un risco. Abajo, las olas se deshacían en golpes de espuma contra las rocas.
El hombre juzgó que era un buen lugar para descansar un rato antes de continuar. Pero al entrar su sorpresa fue grande: la cueva escondía un tesoro invaluable, hecho de espadas, copas, medallones, joyas y oro de tiempos antiguos.
El hombre cargó en su saco todas las piezas que pudo y partió. En ningún momento se dio cuenta de que, en el fondo de la gruta, en la oscuridad, dormía el guardián de esos tesoros, el ancestral ladrón que a lo largo del tiempo se había hecho de aquel botín.
Cuando la primera estrella apareció en el cielo y el día aún no terminaba de extinguirse, los gautas notaron que una sombra gigante y veloz oscurecía las calles. Algunos ni siquiera llegaron a alzar la cabeza y ver al dragón. La criatura abrió sus fauces, lanzó una llamarada feroz y convirtió en brasas y cenizas a sus desprevenidas víctimas.
Hubo gritos, corridas. El dragón dorado se elevaba en el firmamento y volvía a bajar en picada, con las alas extendidas, planeando sobre los techos y sacudiendo con su aliento de fuego los hogares. Cada bocanada era como el golpe de cien látigos ardientes.
El ladrón regresó a su guarida antes de la aurora. Atrás había dejado campos calcinados, casas destruidas y hombres y mujeres carbonizados.
Para Beowulf fue una noticia tristísima. No hallaba motivos que justificaran la furia del dragón, y su mente se llenó de ideas sombrías. Pero al fin decidió que, fueran cuales fueran los motivos, debía pasar a la acción. El destino de su pueblo estaba en juego.
Convocó a sus caballeros y se hizo armar. Aún confiaba en la fuerza de sus puños y estaba dispuesto a enfrentar al dragón a golpes, como lo había hecho ya con otros monstruos más terribles, tiempo atrás. Pero sabía que ahora lo esperaban las llamas y el aliento venenoso, y debía protegerse.
Ciñendo el yelmo, el escucho y la espada, marchó con diez hombres hacia el alto acantilado. En el camino, aquí y allá, veían árboles abrasados y rocas ennegrecidas, vestigios del paso de la bestia.
Cuando estuvieron cerca de la gruta donde moraba el dragón, Beowulf se despidió de sus vasallos.
_ Los años pesan sobre mí, pero aún conservo la fuerza – dijo—El hábito de la guerra moldeó mi juventud y ahora tengo una nueva oportunidad de luchar. Así que les pido que aguarden aquí y observen el combate sin intervenir. Si el destino inclina la balanza en mi contra, se habrá perdido sólo un hombre viejo.
Así habló el admirable Rey de los gautas y luego marchó decidido por el angosto desfiladero, hacia la entrada de la cueva.
Casi había llegado cuando una nube de fuego y pútrido aliento surgió de las profundidades de la caverna. Todo el monte pareció incendiarse. El escudo de Beowulf se puso al rojo vivo, y el gauta tuvo que soltarlo. Sintió ampollas en la piel y el olor del vello quemado. Pero esto no lo atemorizó. Con voz potente gritó:
_ ¡Sal de la cueva y pelea!
El desafío del rey retumbó en las rocas y produjo un largo eco. Luego, por unos instantes, todo quedó en silencio.

IX
El centenario dragón oyó la llamada, y Beowulf lo escuchó resoplar varias veces en la gruta. Ambos se temían.
Entonces, otra nube de fuego surgió de la caverna, y tras ella apareció el imponente monstruo. Sus escamas doradas brillaron bajo el sol.
La bestia clavó sus ojos terribles en el viejo Rey y lo embistió. Beowulf trastabilló y se tambaleó un segundo al borde del acantilado. Muchos metros más abajo, alcanzó a ver el mar que iba y venía con fuerza entre las rocas.
El gauta se recuperó, afirmó sus pies, desenvainó su espada y atacó. El dragón retrocedió, pero Beowulf alcanzó a abrirle un tajo en el costado. La bestia herida alzó su gran cabeza, volvió a bajarla y vomitó una nueva llamarada infernal.
Esta vez el fuego alcanzó al Rey, que cayó al suelo con la vista nublada y la piel del cuello y el rosto quemada. El hierro que protegía su cuerpo estaba hirviendo. El ardor era insoportable.
Los guerreros gautas, más abajo, observaban el combate paralizados por el temor. Pero uno de ellos, un joven llamado Wiglaf, no pudo resistir más la espera y arengó a sus compañeros.
_¡Ayudemos al Rey! Él siempre nos ha defendido. ¡Ahora es nuestro turno! Es preferible morir combatiendo entre las llamas junto a él que vivir humillados por el resto de nuestros días. ¡Nuestro honor se llama lealtad!
Tras estas palabras, los demás vacilaron. Pero Wiglaf no los esperó. Corrió junto a su señor, atravesando las nubes de vapor venenoso para enfrentar al dragón.
La bestia lo vio acercarse y lanzó su aliento infernal sobre el joven guerrero. Wiglaf cayó al suelo con una pierna quemada, pero logró rodar y guarecerse tras una roca. Entonces Beowulf aprovechó y golpeó al dragón con su espada. Pero esta vez el hierro se partió al medio, y el dragón se irguió para caerle encima al Rey, aplastarlo y terminar con él. En ese instante, Wiglaf, que había logrado incorporarse, se lanzó con furia hacia la bestia y le hundió un hacha en el vientre. Fue una herida mortal. Pero la bestia, antes de desplomarse y caer por el acantilado hacia el mar, mordió a Beowulf en el pecho con una última y certera dentellada.
El Rey, malherido, se sentó con la espada contra una roca. Respiraba con dificultad y la sangre manaba sin cesar de su pecho. Wiglaf acudió a ayudarlo.
_ Si el destino me hubiera dado un hijo, este sería el momento de entregarle mis armas- dijo Beowulf.
_Señor, permítame cargarlo hasta el palacio –pidió el joven-. Allí lo asistirán.
_Ya no hay nada que hacer, querido Wiglaf. Mis días tocan a su fin. He cuidado del trono sin promover agravios vanos y jamás di en falso mi palabra, y es eso lo que me consuela en esta triste hora. Tú ve a la cueva del dragón y recoge el tesoro que hemos ganado para el reino. Y cuando yo haya exhalado el último aliento y haya sido incinerado en la pira, mi deseo es que construyan en la costa un túmulo que se vea desde el horizonte. Así, en tiempos futuros, todos los navegantes sabrán en cuál de todos los peñones ondea el nombre de Beowulf.
Los ojos del Rey se apagaban. Se arrancó el espléndido collar de oro que adornaba su cuello y se lo entregó a Wiglaf.
_ Eres el último de nuestra estirpe de nobles héroes – murmuró-. Todos pagaron su coraje con la muerte. Ahora yo debo seguirlos.
Y tras estas palabras, los ojos de Beowulf se cerraron y su alma abandonó el cuerpo. Wiglaf rompió en llanto sobre el pecho de su querido soberano.
Recién entonces se acercaron los otros guerreros, los que habían permanecido fuera de la contienda, sin atreverse a ayudar a su señor.
Wiglaf los miró con dureza, y más tarde les habló con reprobación. Sin duda, la noticia de su cobardía llegaría hasta los confines más lejanos.
Horas después, la muerte de Beowulf fue comunicada a todo el reino.
En la costa, los gautas alzaron una pira  para Beowulf y, cumpliendo sus deseos, la adornaron con yelmos, escudos y brillantes armaduras.
(…) Y todos lloraron la muerte del héroe Beowulf y dijeron que nunca habría en esa tierra un soberano más justo, valeroso y amante de su pueblo.

                                            Schuff, Nicolás. A capa y espada. Relatos de la épica medieval. Ed. La estación. Bs. As. 2009.



LA ÉPICA


La épica es un género literario que surge en la Antigüedad clásica y se encarga de narrar los hechos protagonizados por un héroe famoso, histórico o legendario. Solía tener como tema principal la guerra, relacionada con cierta idea de nacionalidad o de pertenencia a un pueblo.

El “epos”, como "discurso" confiado al compás del metro, transmitido de generación en generación por medio de la transmisión oral, suele ser una de las primeras manifestaciones literarias de cualquier civilización. Sus realizaciones, los poemas épicos, se remontan a un antiguo patrimonio de mitos y de leyendas, en que se alía con frecuencia lo imaginario religioso con historia de héroes unidos a los destinos de un pueblo.

De esta manera, el héroe épico encarna los valores de una colectividad; sus atributos personales son un resumen de la colectividad de la que habla. Es importante señalar que no es un individuo en el sentido moderno de la palabra, sino que sus acciones están siempre subordinadas a una trascendencia comunitaria.


Es por esta razón que la épica se asocia frecuentemente a la nacionalidad. Además, se transmiten de generación en generación y hasta se incluyen como tema educativo (los jóvenes debían asimilar esos valores heroicos).


            Por otra parte, podemos mencionar que la Edad Media es el contexto más propicio para la épica, porque es en ese período cuando comienzan a surgir las lenguas vernáculas, es decir, los primeros rasgos de una cierta idea de nacionalidad. Y por la guerra, que diferencia a un grupo de otro para dotarlo de identidad. La forma específica de este género es el cantar de gesta.

En cuanto al héroe medieval, era básicamente un héroe nacional y representaba los valores y virtudes más sobresalientes de su pueblo



Por último mencionaremos que dentro de la poesía épica está la epopeya y, como subgénero de ésta, el cantar de gesta en general y el cantar de gesta español, en particular.

sábado, 27 de agosto de 2011

EDAD MEDIA: feudalismo y vasallaje

Edad Media

La Edad Media es el periodo de la historia europea que transcurrió desde la desintegración del Imperio romano de Occidente, en el siglo V, hasta el siglo XV.
Su comienzo se sitúa tradicionalmente en el año 476 con la caída del Imperio Romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de América, o en 1453 con la caída del Imperio Bizantino, fecha que coincide con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la Guerra de los Cien Años.
No obstante, las fechas anteriores no han de ser tomadas como referencias fijas ya que nunca hubo ruptura brusca en el desarrollo cultural de Europa.

Feudalismo y vasallaje

El feudalismo es el régimen político, social y económico que alcanzó su máximo apogeo en Europa occidental entre los siglos lX y Xl. Se organiza en torno a una sociedad estamental ( grupos sociales cerrados y jerarquizados –privilegiados y no privilegiados- establecidos por Dios) basados en los lazos de dependencia y de vasallaje(compromiso personal. a través de un juramento público en el que el más poderoso  –señor-   ofrece protección al más débil    –vasallo- a cambio de su fidelidad, traducida en una serie de servicios (trabajo en sus tierras y castillo, en sus ejércitos, pago de impuestos). 
En la presente época, en medio de las interminables guerras, los hombres anhelaron por encima de todo poder disfrutar de protección y seguridad. Como los poderes centrales perdieron toda autoridad se tuvo que recurrir a los poderes locales. Es así que se generalizó la costumbre de que los vecinos de un lugar se sometieron a quien los podía defender mejor: a veces un conde, pero muchas veces también algún particular que no poseía ningún título o cargo oficial, pero que se imponía a los demás por su valentía y su sentido de la autoridad. De esta manera, a estos hombres se les empezó a llamar señores, mientras que las personas que se encomendaban a su protección recibieron el nombre de vasallos.
Entre señor y vasallo se estableció una especie de contrato: el señor prometía protección a su vasallo; éste se comprometía, mediante un juramento de fidelidad, a ciertos servicios. El régimen vasálico se generalizó a través de toda la sociedad: el rey encabezaba la pirámide: sus vasallos eran los duques, condes y otros señores poderosos. Éstos, por su parte, recibían la "fidelidad" de las personas más ricas e influyentes de su región las cuales, a su vez, recibían los servicios de vasallos más modestos. De esta manera, desde la cima hasta la base de la sociedad, toda persona estaba vinculada a otra.
El régimen vasálico constituyó una determinada forma de organización del poder cuyo desarrollo se vio favorecido por las condiciones económicas imperantes en la época. En aquellos tiempos la tierra era la única riqueza. Muchas veces los propietarios, al encomendarse a una persona más poderosa, solicitaron protección no sólo para ellos mismos, sino también para sus tierras. A menudo donaban sus tierras a su protector, pero conservaban su usufructo. Por otra parte, los señores poderosos, dueños de grandes propiedades, para recompensar a sus servidores, les daban uno de sus propios dominios y les permitieron recibir sus productos. El dueño daba su tierra en beneficio o, como se diría luego, en feudo.
En un comienzo se concedieron los feudos ante todo como compensación económica por los servicios prestados. Más, con el tiempo se generalizó la costumbre de que los señores diesen los feudos a aquellos que se encomendaban a ellos como vasallos.
A partir de lo expuesto, podemos notar que el régimen feudal nació de la combinación de vasallaje y feudo.



La Iglesia en el sistema feudal

La Iglesia recibió por donación o legado extensas tierras que estaban sujetas a las obligaciones feudales. Los obispos y abades, al mismo tiempo de ser ministros de la Iglesia, se convirtieron en vasallos de los reyes y en grandes señores.
Cuando moría un vasallo laico sin herederos, la administración del feudo volvía a manos del señor. En cambio, los feudos de la Iglesia no pertenecían a un obispo o abad en particular. Por eso, cuando moría un obispo, el contrato feudal no era alterado y la Iglesia conservaba la tierra. De esta manera, las posesiones de la Iglesia aumentaron cada vez más y finalmente la tercera parte de la propiedad agrícola en la Europa occidental y central perteneció a la Iglesia.

 

A diferencia del feudalismo, que se caracterizaba por la existencia de un sinnúmero de poderes locales, la Iglesia disponía de una fuerte organización centralizada que constituyó la principal fuerza unificadora durante la Edad Media. Bajo la dirección de la Iglesia, la cristiandad o República cristiana se comprendió como unidad.
Además, la Iglesia ejerció numerosas funciones propias del gobierno civil y tuvo decisiva influencia sobre todo el desarrollo social y cultural. La Iglesia poseyó también un enorme poder material, ya que tenía el derecho al diezmo, la décima parte que cada uno debía pagar de sus entradas a la Iglesia y, además, recibió grandes donaciones de tierras.
El peor crimen y pecado era la herejía, la creencia en errores que, por ser contrarios al dogma, habían sido condenados por la Iglesia. La herejía era un crimen contra Dios y la sociedad. El herético se colocaba al margen de la sociedad religiosa y de la sociedad civil y era castigado por ambas. Para perseguir y castigar a los herejes, la Iglesia estableció los tribunales de la Inquisición.
El gobernante que violaba las leves de la Iglesia podía ser destituido por ésta y los súbditos de un príncipe excomulgado quedaban absueltos del juramento de fidelidad

Vida y cultura caballeresca
La vida del señor se desarrollaba principalmente en el castillo, que era habitación y fortaleza y símbolo de la vida noble. Al medio se elevaba la torre señorial con su atalaya. Los edificios y patios estaban rodeados por gruesos muros provistos de almenas y troneras y por un profundo foso. Para entrar al castillo había que bajar el puente levadizo y subir el pesado portón.
El día empezaba con la misa. Luego el señor recorría el castillo, se preocupaba de sus caballos y perros y conversaba con su administrador. Las principales diversiones eran la caza y los ejercicios ecuestres y de armas. Con regocijo se recibía a los prestidigitadores, comediantes y músicos y, ante todo, a los trovadores que, en sus poesías y poemas, cantaban la dicha del amor y las épicas hazañas del rey Arturo y otros valientes caballeros.
 Originalmente el caballero fue simplemente el guerrero que luchaba a caballo. A medida que el combate a caballo se tornó cada vez más complicado, requiriendo de una preparación especial y de grandes medios económicos, los caballeros empezaron a erigirse en un verdadero estado y casi en una orden que constituía la realización máxima de los ideales que animaban a la nobleza medieval.
Por regla general, sólo el hijo de nobles podía llegar a ser caballero. Para serlo, debía someterse a un largo aprendizaje de las armas. Servía a un ilustre caballero como paje y escudero. A la edad de veintiún años era armado caballero en solemne ceremonia.
En la caballería medieval se armonizaron la ética heroica de los germanos y los principios de la moral cristiana. El caballero cristiano debía usar la espada en defensa de la religión y en protección de las viudas, los huérfanos y todos los pobres y desamparados.

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