La Chanson de Roland es un poema épico de varios cientos de versos, escrito a finales del siglo XI, en francés antiguo, de carácter anónimo aunque fue atribuido a un monje normando, Turoldo, cuyo nombre aparece en el último y enigmático verso:
“Ci falt la geste que Turoldus declinet”.
En una primera instancia, recordemos la sociedad feudal, que duró cinco siglos (IX a XIII), estaba fundada en dos grandes principios: el HONOR y la FE.
Los "cantares de gesta" (es decir "de hazañas") surgen en este período mediante la transmisión oral; es así que las epopeyas fueron redactadas apróximadamente hacia el siglo XI, durante las primeras Cruzadas, por clérigos y seglares que utilizaban tradiciones conservadas por los monasterios. Entre ellas se encuentra la Chanson de Roland.
De la historia a la leyenda
En una segunda instancia, mencionaremos que el elemento histórico que le dio origen a este cantar de gesta es casi insignificante.
Carlomagno, en 778, volvía de España luego de una campaña de conquista afortunada contra los sarracenos (la cristiandad medieval denominaba genéricamente así a los árabes o a los musulmanes).
Es así que cuando franqueaba los Pirineos, los montañeses vascos atacaron su retaguardia y la destruyeron. Allí murieron varios personajes importantes de la época, entre ellos un tal Hrolandus, conde de la Marca de Bretaña.
Durante tres siglos el recuerdo de esta oscura acción de retaguardia perduró, vinculado a los lugares que había visto la batalla y a ciertas iglesias de Gascuña que se enorgullecían de cobijar los cadáveres de los guerreros caídos:
¿Era verdad o ficción de clérigos eruditos, preocupados por enlazar la historia de sus casas con los fastos de las crónicas carolingias?
No se sabe. Lo cierto es que esas tradiciones eran puramente locales.
No se sabe. Lo cierto es que esas tradiciones eran puramente locales.
En una última instancia, comentaremos que la Chanson de Roland fue escrita a principios del siglo XII y los datos históricos son alterados. Los vascos cristianos, autores de la matanza, están sustituidos por los sarracenos, contra quienes entonces se estaba en guerra; Carlomagno, que no tenía más de 36 años en 778, se ha convertido en el emperador de barba abundante y en un símbolo de la realeza cristiana. Además, Roldán es el mártir al que hay que imitar y que, probablemente, no tiene nada que ver con el conde carolingio muerto tres siglos antes, pero que por su elevado honor feudal y por su fe cristiana es el tipo idealizado del caballero del siglo XII.
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